¿Sus paisajes? Bordeado de este
a oeste por cálidas aguas esmeraldinas; coronado por cumbres libertadoras en
perpetua blancura; bañado por dunas de oro en constante movimiento; cubierto
por una extensa sabana de latente verdor; no.
¿Sus
recursos naturales? Oscura y ardiente savia fluye por las venas de una tierra
ancestral; viejas reliquias doradas
oculta una selva feraz; fuente caudalosa de vital mana nos cruza de par en par;
brotan frutos de vida y muerte en un Edén sin igual; no.
¿Sus
próceres? Aquí los hay por doquier: venerables médicos, científicos de todo
calibre, deportistas de hazañas mundiales, escritores de bárbaras pasiones, y
en el máximo trono un libertador de cinco naciones; no.
Lo
que hace grande a mi país es Juan: el chichero de la esquina de “Mamey”; Aníbal:
el zapatero de la avenida “Sur-4”; Carlos: el pregonero del azar en el mercado
de “Quinta Crespo”; sí, es su gente, su vida, su latir diario y ordinario, sus
alegrías, dolores y penurias lo que hace grande, lo que hace inmortal a mi
país: Venezuela.
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