martes, 26 de mayo de 2020

Sintonía política


         Estimados camaradas aquí les vengo con una breve disertación del porqué de la enorme dicotomía que se presenta entre el discurso político y el análisis crítico académico, y como metáfora explicativa nada mejor que el título del presente artículo.
            Pensemos por un momento en un viejo radio y recordemos que la gran mayoría se movían entre dos bandas, cada una de las cuales tenía sus diferentes emisoras y que si bien pertenecían a la radio y eran la consecuencia de la traducción a sonido de las ondas hertzianas, poco o nada tenían que ver una con la otra; entendámonos, estas bandas eran la AM y la FM.
            La AM –Amplitud Modulada- era la banda con el menor número de emisoras y la de peor calidad auditiva, pero en cambio era la de mayor alcance; no era raro sintonizar una radio de Caracas aún en las afueras de Guatire, pero como se ha dicho, este mayor alcance tenía la consecuencia de la menor calidad.
            La FM –Frecuencia Modulada- era la banda con la mayor cantidad de emisoras y la de mejor calidad auditiva, pero, por el contrario a la AM, su alcance era muchísimo menor; bastaba con comenzar a salir de Caracas para que cualquier emisora FM comenzase a desfallecer, pero su calidad era infinitamente superior a la de la AM.
            Pues, así mismo es el discurso político y el análisis académico, uno por pecar de extenso, de masivo, se convierte en genérico, poco profundo, casi banal, y el otro, por tornarse muy culto, se convierte en intrincado y difícil y por lo tanto de muy corto alcance; el secreto máximo está en mantener un alcance masivo con un discurso profundo y eso, señores, la historia nos ha demostrado que es casi imposible de encontrar.
            Uno de esos escasísimos ejemplos de político masivo con un discurso profundo y sesudo era Chávez. Sí, señores, a Chávez se le podrá criticar muchas cosas pero en lo discursivo casi no tenía parangón moderno; su capacidad de hacer llegar a las masas los discursos más complejos y amplios logrando el entendimiento cabal de estos por los culturalmente más humildes era casi prodigioso y eso no tiene comparación en los actuales momentos.
            Volvamos a nuestra triste realidad, en donde nos encontramos a políticos tan populacheros que en su afán de alcanzar la plenitud de la masa poblacional venezolana -o bien por su ineptitud- tienen un discurso hueco, lleno de lugares comunes, de frases prefabricadas, de referencias recurrentes a viejos líderes y sus ejemplos, tan burdos y someros son sus discursos que lo único que logran es la crítica soez de toda la caterva cultural de analistas políticos que en estas tierras pululan.
            Son estos seudo-sesudos analistas los que critican hasta la saciedad la vacuidad del discurso político, pero lo cuestionan haciendo gala de un lenguaje tan complicado, tan intrincado que casi se convierte en otro idioma, logrando así que la amplitud de su discurso muera a los pocos metros de su emisor y apenas sirva para el contertulio de iguales que poco o nada tiene que ver con el pueblo al que se le dirige el mensaje.
            Es esta dicotomía discursiva la que vemos en nuestra actualidad, donde por un lado tenemos a un grupo de políticos tratando de aplanar tanto el lenguaje y tratando de vaciar tanto el mensaje que hablan y hablan pero nada dicen, y tenemos otros que con su lenguaje enrevesado hacen que sus sesudos análisis lleguen al punto de necesitar releer sus ideas para entenderse, esa es la triste realidad de la modernidad política Venezolana.
            No es fácil lograr la modulación perfecta entre frecuencia y amplitud, lo sabemos bien, pero debe ser la consigna a seguir por todo aquel que hace vida política y no, por el contrario, la de mantener una amplitud vacía y una frecuencia inentendible.

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