lunes, 13 de abril de 2020

El COVID-19 y la hipocresía humana

El humano no funciona
por magnanimidad y amor,
funciona
por necesidad y temor.

L.L.L.


Estimados camaradas, vivir estos tiempos mundanos, que tanto creímos sería nuestro futuro cierto, se ha vuelto frustrante, doloroso y lo peor de todo: lapidario.
Y decimos “nuestro futuro cierto” porque en mi fuero interno jamás tuve duda alguna que la humanidad sería controlada, castrada y eliminada por un sistema progresivo de virus creados en laboratorios, que haría que las clases privilegiadas y pudientes, ante el indetenible avance de la tecnología en las fuerzas productivas, tomase este vil y diabólico atajo para controlar nuestra principal característica como seres vivos: la reproducción.
Es así, no tengo dudas de que estos sucesos actuales son tan solo el inicio de la década maldita, donde la humanidad se juega cuál ha de ser su futuro para el próximo medio siglo: o realmente se levanta como masa y toma el control de sus vidas, o sucumbe y perece ante el poderoso manejo del miedo a través de los sistemas de dominación mundial.
En lo que respecta a la creación “In vitro” de una serie de virus para la castración, dominación y progresiva eliminación de los “estorbosos” seres humanos “desechables”, para mí ha dejado de ser un temor o un thriller de ciencia ficción, para convertirse en una angustiante y terrible realidad. Se bien que son los pinitos, los primeros pasos pero, repito, para mí ese es el futuro inmediato; ya somos más de siete mil millones de almas y eso al centro de poder lo tiene muy nervioso.
En lo que respecta al “indetenible avance de la tecnología en las fuerzas productivas” creo que la frase, en sí misma, es más que evidente y clara. Día a día miles de trabajadores son desplazados por sistemas mecanizados de producción, pasando a ser estos -para el sistema, claro- estorbos que se alimentan -agotando los preciados recursos-, y lo que es aún peor: se reproducen por millones. Es decir, un gran problema que se debe solucionar.
Si bien los tres puntos tratados en los párrafos precedentes son más que sombríos y terroríficos -por usar las palabras más suaves- no son el tema de mi artículo, pues estos temas darían por sí solos para escribir varios ensayos, tratados, cuentos cortos, o lo que en mi caso intentaré: una novela de ¿ficción?.
El tema de este artículo es otro, aunque muy humano, muy inherente a su condición y a su forma de ser: la hipocresía. Pues sí, este virus que nos aqueja y nos diezma por cientos, ha servido, entre muchas otras cosas -todas malas, valga la salvedad- para dejar en evidencia el talante, el corte, la tesitura de ese espécimen al que hemos dado por llamar humano y al cual, tengan la completa seguridad, pertenecemos.
No impresiona ver la facilidad con que los centros de poder y de dominación mundial nos han controlado, dominado, enclaustrado en nuestros hogares, todo con dos únicas finalidades, la primera: la de preservar sus vidas -la de los poderosos, obvio- pues este bicho tiene la mala maña de matar a RICOS y poderosos y de ahí el escándalo mundial, y la segunda: de servir de claro experimento de la dominación en los tiempos por venir; ya que los humanos hemos demostrado una vez más que lo que nos mueve es la MIEDO y no, por desgracia, el amor.
Repito, no impresiona, o por lo menos para mí, nada de lo anteriormente expuesto, no. Lo que sí me impresiona, me duele, y lo que es peor: me aterra, es ver cómo personas que yo creía inteligentes, que yo creía solidarias, que yo fundamentaba en ellas el último resquicio para la salvación humana, han resultado ser las más dominadas, las más controladas, las más obtusas, y lo que es peor, las más hipócritas.
Y sí, digo hipócritas pues hay que serlo para llamarse humanistas, para llenarse la boca con poesía y frases trilladas por una vida digna y hacerse eco, hacerse bocina o parlante de un sistema gubernamental podrido y corrupto, que poco o nada busca el bienestar de su pueblo y sí mucho su continuidad en el poder.
Cuidado, debemos poner en contexto muchas cosas antes de continuar con la diatriba que vengo desarrollando. A saber algunos hechos contundentes:
  • El COVID-19 es un virus gripal altamente contagioso.
  • El COVID-19 es un virus de muy fácil propagación.
  • El COVID-19 es un virus peligroso que en casos extremos puede llegar a ser mortal.
  • El COVID-19 es un virus que al día de hoy: 13 de abril de 2020, ha contagiado a 1.865.386 de personas y ha cegado la vida de 115 308 seres humanos.
Estos son hechos muy contundentes a los que debo agregar algunos otros. A saber::
      • El COVID-19 es un virus cuya cura certera aún se desconoce.
      • El COVID-19 es un virus para el cual aún se desconoce una vacuna preventiva.
      • El COVID-19 es un virus ante el cual el mejor tratamiento es la prevención y de ahí que la cuarentena masiva sea la mejor forma de prevenirlo y por ende de evitarlo.
Estos son hechos contundentes y claros que a priori nos dejan en evidencia que todas las medidas adoptadas por nuestro gobierno, así como por la gran mayoría de los gobiernos del planeta son las correctas, las adecuadas para mantener cierto control sobre la pandemia. Pero, ojo, digo a priori pues no me cabe duda de que las consecuencias de estos prolongados confinamientos son y serán mucho más dolorosas que las causadas por este maldito virus.
Procedo a explicar en qué me baso para afirmar lo anterior, y para eso necesito hacer un ejercicio mutuo entre ustedes y yo. Necesito que salgamos, por un breve momento, de esa burbuja de protección que es nuestro hogar, donde con algunas excepciones poco nos falta para ir llevando, con mediana comodidad, esta cuarentena, y nos pongamos en el puesto de Carlos, un lava carros que trabaja en la otra esquina de la cuadra de mi casa, y que tiene un hijo, al cual lo tiene inscrito en un colegio privado que esta ubicado en la esquina diagonalmente opuesta a su trabajo; debe tener esposa, no lo sé; tendrá otros hijos, no lo sé; lo que sí se, es que desde el primer día de la cuarentena está trabajando en su esquina -con otra media docena de personas- pues sino trabaja no come, ni él ni su hijo.
Ahora pongámonos en el caso de Henri y Tomás. Henri es el hermano de un gran amigo mío, el cual tuvo que dejar su antiguo empleo por razones de salud, acto que conllevó a que tuviese que mudarse y empeorase su ya dura situación de vida, siendo su único sustento momentáneo su carro; pero este está metido en el taller -realmente no es un taller, es un estacionamiento de una casa que funge como tal- de Tomás, un joven muchacho con esposa e hijo, que vivía de reparar carros en el estacionamiento de su casa y que por clara deducción no puede seguir trabajando, pues las casas de repuestos están todas cerradas y esto ha traído como consecuencia que el carro de Henri siga represado en el estacionamiento de Tomás y por tanto Tomas y Henri estén en los actuales momentos comiéndose un cable.
Ya no voy a seguir con los ejemplos que los habría por miles, que digo miles, por millones, pues es el diario acontecer de la inmensa mayoría de la humanidad que vive con lo que obtiene de manera diaria y que si no trabaja NO come, y de ahí que si bien la medida de cuarentena colectiva sea un paliativo inmediato a este virus, no deja de ser una medida, que si no se acompaña de otras -cosa que en Venezuela no se ha hecho- va a traer muchas más trágicas consecuencias que la misma enfermedad por la que se instauró.
Ahora bien, ustedes dirán: y dónde quedó el tema central de este artículo: la hipocresía, y para no hacerles perder más tiempo aquí le van una serie de datos y hechos tan contundentes como los anteriores, y una comparación de actitudes ante estos hechos, que espero aclaren mi punto con respecto a la hipocresía. A saber:
  • Según la OMS, el hambre en el mundo fue sufrida por más de 800 millones de seres humanos el año pasado. De los cuales se estima -el porcentaje certero es imposible de obtener- que más del 12 % muriera por esta causa, bien de manera directa o indirecta.
  • Según datos de la OMS, el frío afecta a más de 1.000 millones de seres en el mundo anualmente, siendo la causa principal o el agravante de patologías previas de más del 10 % de la muerte de esa población.
  • Según la OMS, más de 600 mil seres humanos pierden su vida de manera directa por los diferentes tipos de influenza común al año.
Paro aquí los datos porque son DEMOLEDORES. Ahora analicemos uno a uno estos hechos, dejando en claro a los afectados y el comportamiento de la “humanidad” ante estos datos.
Mueren, aproximadamente, una cifra cercana a 100 millones de personas -la mayoría ancianos y niños- a causa del hambre o a enfermedades que se hubiesen prevenido con una alimentación medianamente normal, y ante este hecho abrumador, ante esta cifra DESOLADORA, yo no veo a nadie, en ningún momento, quedándose en su casa, usando de manera masiva y reiterada las redes sociales para alertar de este doloroso suceso anual, no los veo haciendo absolutamente un coño para paliar esta grave dolencia humana.
Mueren, aproximadamente, una cifra cercana a 100 millones de personas -la mayoría ancianos y niños- por no tener acceso al calor, a la energía artificial para la calefacción, en los momentos en que el planeta, en diferentes sitios, recrudece su habitual estado natural; y ante este hecho, y para no alargarme más en epítetos, no veo que las bocinas del COVID-19 actual hagan un carajo.
Y ni siquiera vale la pena tocar el tema de la influenza, una gripe similar a la actual y que mata tanto como el COVID-19, porque en este punto hay que ser sinceros, el número de decesos por el COVID-19 se ha mantenido bajo -si es que se puede decir “bajo” sin que suene terriblemente inhumano- por la enorme prevención mundial, otros serían los números si no se hubiesen tomado medidas, pero la vaina está en que la influenza común mata a 600 mil seres humanos, repito: 600 mil seres humanos y nadie dice nada.
          Vayamos concluyendo, pues esto ya va por la sexta página y no se si los diez que me leen lleguen tan lejos. La hipocresía humana se demuestra una vez más cuando nos hacemos eco de los poderosos y tomamos su causa como nuestra, casi que ordenando a nuestros congéneres e iguales a actuar como los ricos y poderosos nos mandan, solo por el hecho de que tenemos tanto o más miedo que estos seres malditos que ostentan el poder, y eso nos convierte en simples títeres en sus manos; y para paliar en algo nuestra atribulada conciencia nos erigimos como paladines de nuestros “hermanos”, a los cuales les “aconsejamos” a seguir el ejemplo que el poderoso da, pues ellos están obrando en nuestro bien y beneficio...NO ME JODAN, háganme el favor y métanse su hipocresía por donde no les entra la luz del sol, pues es terriblemente insultante.
             La realidad de está verga es que el COVID-19, a diferencia de la influenza común, el hambre o el frío, mata a RICOS y ese es el meollo de toda esta crisis. Los ricos y poderosos se cagaron de miedo y accionaron todo su poder mediático, y todo su poder político, con tal de ponerse a salvo, cuidar su pellejo, importándole muy poco o nada las consecuencias que su medida de confinamiento tuviese a corto o mediano plazo en las capas más desposeídas, más vulnerables de la humanidad; esa es la realidad, esa es la cruda verdad, y para limpiar su mala imagen y su asquerosa conciencia se presentan como los bienhechores -una vez más- y usan a gran parte de esa misma población que chupan y aplastan para “humanizar” todas su medidas.
           Señores, no nos mintamos, este virus es una gripe dura y contagiosa que ataca y mata con mayor voracidad a nuestros ancianos, pero que si esos mismos gobiernos y centros de poder que hoy se erigen como nuestros salvadores, confinándonos en nuestros hogares hubiesen hecho las inversiones en infraestructura médica, tuviésemos las camas y equipos suficientes y adecuados a los números que tanto pide la OMS -petición que reitera y aumenta año a año- y que todos los gobiernos del mundo tanto se pasan por bolas, este virus no sería más que otra gripe contagiosa que crearía un gran afluencia a los centros médicos y nos haría tomar algunas medidas preventivas para combatirlo y paliar sus efectos, pero que sería perfectamente tratable y curable; esa es la realidad de todo esto, la cruda verdad, pero como somos una maldita raza de hipócritas lo callamos y lo que es peor: cuando este virus pase y esté controlado todos, absolutamente todos, nos olvidaremos de esta vaina, no habremos aprendido nada y los centros de poder estarán preparados para iniciar la segunda fase de su plan de control y profilaxia mundial.
           Ahora, y para realmente terminar, simplemente transcribiré una frase de la gran escritora Jane Austen, aparecida en su inmortal obra -aunque un poco larga- “Orgullo y prejuicio”, que deja muy en claro mi posición ante la humanidad y su futuro: “A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto. Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia”.

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