El humano no
funciona
por magnanimidad
y amor,
funciona
por necesidad y
temor.
L.L.L.
Estimados camaradas, vivir estos
tiempos mundanos, que tanto creímos sería nuestro futuro cierto, se
ha vuelto frustrante, doloroso y lo peor de todo: lapidario.
Y decimos “nuestro futuro cierto”
porque en mi fuero interno jamás tuve duda alguna que la humanidad
sería controlada, castrada y eliminada por un sistema progresivo de
virus creados en laboratorios, que haría que las clases
privilegiadas y pudientes, ante el indetenible avance de la
tecnología en las fuerzas productivas, tomase este vil y diabólico
atajo para controlar nuestra principal característica como seres
vivos: la reproducción.
Es así, no tengo dudas de que estos
sucesos actuales son tan solo el inicio de la década maldita, donde
la humanidad se juega cuál ha de ser su futuro para el próximo
medio siglo: o realmente se levanta como masa y toma el control de
sus vidas, o sucumbe y perece ante el poderoso manejo del miedo a
través de los sistemas de dominación mundial.
En lo que respecta a la creación “In
vitro” de una serie de virus para la castración, dominación y
progresiva eliminación de los “estorbosos” seres humanos
“desechables”, para mí ha dejado de ser un temor o un thriller
de ciencia ficción, para convertirse en una angustiante y terrible
realidad. Se bien que son los pinitos, los primeros pasos pero,
repito, para mí ese es el futuro inmediato; ya somos más de siete
mil millones de almas y eso al centro de poder lo tiene muy nervioso.
En lo que respecta al “indetenible
avance de la tecnología en las fuerzas productivas” creo que la
frase, en sí misma, es más que evidente y clara. Día a día miles
de trabajadores son desplazados por sistemas mecanizados de
producción, pasando a ser estos -para el sistema, claro- estorbos
que se alimentan -agotando los preciados recursos-, y lo que es aún
peor: se reproducen por millones. Es decir, un gran problema que se
debe solucionar.
Si bien los tres puntos tratados en
los párrafos precedentes son más que sombríos y terroríficos -por
usar las palabras más suaves- no son el tema de mi artículo, pues
estos temas darían por sí solos para escribir varios ensayos,
tratados, cuentos cortos, o lo que en mi caso intentaré: una novela
de ¿ficción?.
El tema de este artículo es otro,
aunque muy humano, muy inherente a su condición y a su forma de ser:
la hipocresía. Pues sí, este virus que nos aqueja y nos diezma por
cientos, ha servido, entre muchas otras cosas -todas malas, valga la
salvedad- para dejar en evidencia el talante, el corte, la tesitura
de ese espécimen al que hemos dado por llamar humano y al cual,
tengan la completa seguridad, pertenecemos.
No
impresiona ver la facilidad con que los centros de poder y de
dominación mundial nos han controlado, dominado, enclaustrado en
nuestros hogares, todo con dos
únicas finalidades, la primera: la de preservar sus vidas -la de los
poderosos, obvio-
pues este bicho tiene la mala maña de matar a RICOS y poderosos y de
ahí el escándalo mundial, y la segunda: de servir de claro
experimento de la dominación en los tiempos por venir; ya que los
humanos hemos demostrado una vez más que lo que nos mueve es la
MIEDO y no, por desgracia, el amor.
Repito, no impresiona, o por lo menos
para mí, nada de lo anteriormente expuesto, no. Lo que sí me
impresiona, me duele, y lo que es peor: me aterra, es ver cómo
personas que yo creía inteligentes, que yo creía solidarias, que yo
fundamentaba en ellas el último resquicio para la salvación humana,
han resultado ser las más dominadas, las más controladas, las más
obtusas, y lo que es peor, las más hipócritas.
Y sí, digo hipócritas pues hay que
serlo para llamarse humanistas, para llenarse la boca con poesía y
frases trilladas por una vida digna y hacerse eco, hacerse bocina o
parlante de un sistema gubernamental podrido y corrupto, que poco o
nada busca el bienestar de su pueblo y sí mucho su continuidad en el
poder.
Cuidado, debemos poner en contexto
muchas cosas antes de continuar con la diatriba que vengo
desarrollando. A saber algunos hechos contundentes:
- El COVID-19 es un virus gripal altamente contagioso.
- El COVID-19 es un virus de muy fácil propagación.
- El COVID-19 es un virus peligroso que en casos extremos puede llegar a ser mortal.
- El COVID-19 es un virus que al día de hoy: 13 de abril de 2020, ha contagiado a 1.865.386 de personas y ha cegado la vida de 115 308 seres humanos.
Estos
son hechos muy contundentes a los que debo agregar algunos otros. A
saber::
- El COVID-19 es un virus cuya cura certera aún se desconoce.
- El COVID-19 es un virus para el cual aún se desconoce una vacuna preventiva.
- El COVID-19 es un virus ante el cual el mejor tratamiento es la prevención y de ahí que la cuarentena masiva sea la mejor forma de prevenirlo y por ende de evitarlo.
Estos
son hechos contundentes y claros que a priori nos dejan en evidencia
que todas las medidas adoptadas por nuestro gobierno, así como por
la gran mayoría de los gobiernos del planeta son las correctas, las
adecuadas para mantener cierto control sobre la pandemia. Pero, ojo,
digo a priori pues no me cabe duda de que las consecuencias de estos
prolongados confinamientos son y serán mucho más dolorosas que las
causadas por este maldito virus.
Procedo
a explicar en qué me baso para afirmar lo anterior, y para eso
necesito hacer un ejercicio mutuo entre ustedes y yo. Necesito que
salgamos, por un breve momento, de esa burbuja de protección que es
nuestro hogar, donde con algunas excepciones poco nos falta para ir
llevando, con mediana comodidad, esta cuarentena, y nos pongamos en
el puesto de Carlos, un lava carros que trabaja en la otra esquina de
la cuadra de mi casa, y que tiene un hijo, al cual lo tiene inscrito
en un colegio privado que esta ubicado en la esquina diagonalmente
opuesta a su trabajo; debe tener esposa, no lo sé; tendrá otros
hijos, no lo sé; lo que sí se, es que desde el primer día de la
cuarentena está trabajando en su esquina -con otra media docena de
personas- pues sino trabaja no come, ni él ni su hijo.
Ahora
pongámonos en el caso de Henri y Tomás. Henri es el hermano de un
gran amigo mío, el cual tuvo que dejar su antiguo empleo por razones
de salud, acto que conllevó a que tuviese que mudarse y empeorase su
ya dura situación de vida, siendo su único sustento momentáneo su
carro; pero este está metido en el taller -realmente no es un
taller, es un estacionamiento de una casa que funge como tal- de
Tomás, un joven muchacho con esposa e hijo, que vivía de reparar
carros en el estacionamiento de su casa y que por clara deducción no
puede seguir trabajando, pues las casas de repuestos están todas
cerradas y esto ha traído como consecuencia que el carro de Henri
siga represado en el estacionamiento de Tomás y por tanto Tomas y
Henri estén en los actuales momentos comiéndose un cable.
Ya
no voy a seguir con los ejemplos que los habría por miles, que digo
miles, por millones, pues es el diario acontecer de la inmensa
mayoría de la humanidad que vive con lo que obtiene de manera diaria
y que si no trabaja NO come, y de ahí que si bien la medida de
cuarentena colectiva sea un paliativo inmediato a este virus, no deja
de ser una medida, que si no se acompaña de otras -cosa que en
Venezuela no se ha hecho- va a traer muchas más trágicas
consecuencias que la misma enfermedad por la que se instauró.
Ahora
bien, ustedes dirán: y dónde quedó el tema central de este
artículo: la hipocresía, y para no hacerles perder más tiempo aquí
le van una serie de datos y hechos tan contundentes como los
anteriores, y una comparación de actitudes ante estos hechos, que
espero aclaren mi punto con respecto a la hipocresía. A saber:
- Según la OMS, el hambre en el mundo fue sufrida por más de 800 millones de seres humanos el año pasado. De los cuales se estima -el porcentaje certero es imposible de obtener- que más del 12 % muriera por esta causa, bien de manera directa o indirecta.
- Según datos de la OMS, el frío afecta a más de 1.000 millones de seres en el mundo anualmente, siendo la causa principal o el agravante de patologías previas de más del 10 % de la muerte de esa población.
- Según la OMS, más de 600 mil seres humanos pierden su vida de manera directa por los diferentes tipos de influenza común al año.
Paro
aquí los datos porque son DEMOLEDORES. Ahora analicemos uno a uno
estos hechos, dejando en claro a los afectados y el comportamiento de
la “humanidad” ante estos datos.
Mueren,
aproximadamente, una cifra cercana a 100 millones de personas -la
mayoría ancianos y niños- a causa del hambre o a enfermedades que
se hubiesen prevenido con una alimentación medianamente normal, y
ante este hecho abrumador, ante esta cifra DESOLADORA, yo no veo a
nadie, en ningún momento, quedándose en su casa, usando de manera
masiva y reiterada las redes sociales para alertar de este doloroso
suceso anual, no los veo haciendo absolutamente un coño para paliar
esta grave dolencia humana.
Mueren,
aproximadamente, una cifra cercana a 100 millones de personas -la
mayoría ancianos y niños- por no tener acceso al calor, a la
energía artificial para la calefacción, en los momentos en que el
planeta, en diferentes sitios, recrudece su habitual estado natural;
y ante este hecho, y para no alargarme más en epítetos, no veo que
las bocinas del COVID-19 actual hagan un carajo.
Y
ni siquiera vale la pena tocar el tema de la influenza, una gripe
similar a la actual y que mata tanto como el COVID-19, porque en este
punto hay que ser sinceros, el número de decesos por el COVID-19 se
ha mantenido bajo -si es que se puede decir “bajo” sin que suene
terriblemente inhumano- por la enorme prevención mundial, otros
serían los números si no se hubiesen tomado medidas, pero la vaina
está en que la influenza común mata a 600 mil seres humanos,
repito: 600 mil seres humanos y nadie dice nada.
Vayamos
concluyendo, pues esto ya va por la sexta página y no se si los diez
que me leen lleguen tan lejos. La hipocresía humana se demuestra una
vez más cuando nos hacemos eco de los poderosos y tomamos su causa
como nuestra, casi que ordenando a nuestros congéneres e iguales a
actuar como los ricos y poderosos nos mandan, solo por el hecho de
que tenemos tanto o más miedo que estos seres malditos que ostentan
el poder, y eso nos convierte en simples títeres en sus manos; y
para paliar en algo nuestra atribulada conciencia nos erigimos como
paladines de nuestros “hermanos”, a los cuales les “aconsejamos”
a seguir el ejemplo que el poderoso da, pues ellos están obrando en
nuestro bien y beneficio...NO ME JODAN, háganme el favor y métanse
su hipocresía por donde no les entra la luz del sol, pues es
terriblemente insultante.
La
realidad de está verga es que el COVID-19, a diferencia de la
influenza común, el hambre o el frío, mata a RICOS y ese es el
meollo de toda esta crisis. Los ricos y poderosos se cagaron de miedo
y accionaron todo su poder mediático, y todo su poder político, con
tal de ponerse a salvo, cuidar su pellejo, importándole muy poco o
nada las consecuencias que su medida de confinamiento tuviese a corto
o mediano plazo en las capas más desposeídas, más vulnerables de
la humanidad; esa es la realidad, esa es la cruda verdad, y para
limpiar su mala imagen y su asquerosa conciencia se presentan como
los bienhechores -una vez más- y usan a gran parte de esa misma
población que chupan y aplastan para “humanizar” todas su
medidas.
Señores,
no nos mintamos, este virus es una gripe dura y contagiosa que ataca
y mata con mayor voracidad a nuestros ancianos, pero que si esos
mismos gobiernos y centros de poder que hoy se erigen como nuestros
salvadores, confinándonos en nuestros hogares hubiesen hecho las
inversiones en infraestructura médica, tuviésemos las camas y
equipos suficientes y adecuados a los números que tanto pide la OMS
-petición que reitera y aumenta año a año- y que todos los
gobiernos del mundo tanto se pasan por bolas, este virus no sería
más que otra gripe contagiosa que crearía un gran afluencia a los
centros médicos y nos haría tomar algunas medidas preventivas para
combatirlo y paliar sus efectos, pero que sería perfectamente
tratable y curable; esa es la realidad de todo esto, la cruda verdad,
pero como somos una maldita raza de hipócritas lo callamos y lo que
es peor: cuando este virus pase y esté controlado todos,
absolutamente todos, nos olvidaremos de esta vaina, no habremos
aprendido nada y los centros de poder estarán preparados para
iniciar la segunda fase de su plan de control y profilaxia mundial.
Ahora,
y para realmente terminar, simplemente transcribiré una frase de la
gran escritora Jane Austen, aparecida en su inmortal obra -aunque un
poco larga- “Orgullo y prejuicio”, que deja muy en claro mi
posición ante la humanidad y su futuro: “A
poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto.
Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me
confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en
lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o
inteligencia”.
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