Sin
el menor temor me ensillo
para
cabalgar tu indomable corcel negro.
De
sedosas y sinuosas curvas
estará
el camino lleno.
No
temeré pues la hazaña así lo pide,
mis
manos se aferraran a tus crines,
te
asiré con hercúleo poder
y
transitaré así toda tu esencia.
Tañirás
al viento tu briosa furia,
trataré,
eternamente, de domarte
aunque
sé bien que el tiempo pierdo
pues
es en la rebeldía de tu negro corcel
donde
radica toda mi admiración.
Pero
al final,
aunque
en medio de él sucumba
habré
logrado el fin vital de mi existencia:
perderme
suave y eternamente
en
el medio de tu negra y sedosa...
Cabellera.
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