Cada mañana, muy de
temprano, me transformo en ágil y ligera pluma.
En pluma blanca,
pluma de paloma;
y con total desenfado
me entrego a los brazos de la cálida brisa matinal.
Esta, en un
torbellino de arrebatada alegría me acoge en su seno,
me abraza, me arrulla
y me ayuda,
sin duda, a alcanzar
mi sueño.
Todas las mañanas, muy
de temprano, salgo al ruedo de la vida,
pero nunca y jamás sin
remontar antes a las nubes.
Es mi sueño de vida, es
mi condición Humana,
el que bien temprano,
cada mañana, remonte el éter espacio de la fantasía.
Solo busco alcanzar a
la nube más alta,
a la cresta empinada,
al pináculo último,
aquel que muy de
temprano encierra el arco iris divino.
Todas las mañanas, muy
de temprano, remonto los cielos,
escalo mis sueños,
y llego a ti: mi nube
soñada.
Y ahí, como cada
mañana, se expone ante mí la cajita de colores solares,
luz de la fantasía, de
la amistad, del amor.
Y hoy, muy tempranito
en la mañana, todos mis colores
eran de un austral
muy: Violeta.
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